Diez poetas para pasar el verano

Diez poetas para pasar el verano

Mujeres que sienten la Poesía como su casa

  Texto: Enrique VILLAGRASA

Me encanta la poesía escrita por mujeres y me siento abducido por ella. Es por lo que hoy y aquí apuesto por estas diez poetas que me han conmovido con este su arte poético, que hace vibrar ese sentir. Y citando a Teresa de Jesús: “Porque tú eres mi aposento,/ eres mi casa y morada”: aunque ella ciertamente no se refería a la poesía o tal vez sí. Para las poetas que aquí traemos, creo a toda luz que la Poesía es su casa o con y en ella se sienten, como en su casa y morada. ¡Además, qué narices, que hay que leer poesía o de lo contrario nos quedaremos sin regalos para el cerebro!

También me encanta la osadía poética, pues la luz nos llega de su mano: y la luz está en el verso de Laura Caravaglia (Milán, 1956) en La simetría de la nuez (La Garúa) donde es capaz de explicarnos que: “Si después esta la emoción de la luz/ y de la hoja que da fuego al agua/ es solo una cuestión de sinapsis,/ reacciones químicas, física cuántica”. La traducción es de Giovanni Darconza. De justa y necesaria lectura, pues: “Nos libera el cuerpo del veneno/ de nuestras certezas”.

También, la reconocida poeta M. Cinta Montagut (Madrid, 1946) publica la antología poética Los viajes inciertos (In-Verso), con prólogo pedagógico en su recorrido del poeta Federico Gallego Ripoll, cosa curiosa que sea un poeta hombre el prologuista, quien nos señala que: “Toda antología es un intento de reescritura de cuanto ya fue”. La poeta hace y dice: “más allá de los límites desiertos de la nada”. Es importante la postura que mantiene la poeta ante la escritura y la belleza: busca calidad en sus poemas: “Y el equilibrio de las horas/ perdido en las palabras”. Un gran poeta, que es necesario tener cerca: encima de la mesita de noche: siempre a mano para entender: “una hilera de días ruidosos y oscuros/ que simplemente pasan”.

En el asombroso Manca terra (La Garúa), la poeta Laura Giordani (Córdoba, Argentina, 1964), con prólogo de la poeta Yaiza Martínez, quien nos descubre ese “lenguaje de consuelo que es raíz” de la poeta Giordani: poeta que es capaz de descubrirnos la infancia que no queremos recordar o tal vez sí, tal vez la que perseguimos todavía, como la belleza franciscana en el verso. Hay que cavilar sobre esto: “Tu infancia sin árboles/ sin charcos/ ni tumbas para visitar/ se desliza por la superficie pulida/ de la pantalla”. ¡Ahí es nada, tamaños versos! Poeta que está en la barricada por el renacer de la naturaleza. Un pulso al poema para salvar el mundo: “no más lenguaje/ que el llanto de las cigüeñas”.

Y otra apuesta por la naturaleza son los versos de Ashle Ozuljevic Subaique, quien nace en Chile y actualmente transita Barcelona y escribe Botánica (Liliputienses), con expresivas y pluscuamperfectas ilustraciones de flores de su autoría: “vivimos entre las montañas/ a un par de kilómetros de una planta nueva que he descubierto/ y que te podría presentar”. Un libro que hay que leer, que va y viene, que fluye, que es: “herida feliz, amor botánico/ la savia aún fluye en los abrazos que no te puedo dar”.

En Lo que pudo haber sido (Huerga & Fierro) la poeta Itziar Mínguez Arnáiz (Barakaldo, 1972) apuesta por confesar que: “la culpa es de la poesía/ que me lo saca todo/ y aunque no quiera/ siempre acabo confesando”. Poeta comprometida con y llena de la realidad: esa palabra inventada hecha de azar y tiempo, que es necesidad: “con un solo verso”. Qué poderío de imágenes para conocer: “lo que pude haber sido”. Me gustan los poemas abiertos, sin signos de puntuación, invitando a la persona lectora a que (re)construya el poema. ¡Magnífica propuesta!

Claudia Campos (Montevideo, 1971) en Jardín interior (Liliputienses), también con explícitas ilustraciones de la autora, nos sorprende con la poetización de una trágica infancia descrita y una docena de poemas irónicos en prosa o monólogos dramáticos: “Ahí es donde más converso conmigo”; y también con sus nueve collages. Como dice Roberto Echavarren en su especie de epílogo: “Eso les confiere una emoción entrañable dentro de la severidad estética de su recorte”. ¡Amén!

Con los ojos bien cerrados (Huerga & Fierro) de Mónica Gabriel y Galán (Madrid, 1966) es una poesía, que parafraseando a la poeta “Me limito a recibirla con los ojos abiertos pues soy una causa lectora”. La poeta, imbricada con el mundo actual, observa y se compromete con la existencia con su verso, que no es poco: “como la corriente cree al río cuando pasa ciega por la arqueta”. En esta poesía encontramos la arquitectura verbal de los barrocos, la altura transparente de los místicos y una pizca de acidez brillante que llama poderosamente la atención: “-¿La poesía, por favor?/ -Los lunes libra, como una prostituta. Como los museos y los gatos callejeros”.

Cosas comunes (Liliputieneses) de Zel Cabrera (Iguala de la Independencia, Guerrero, México, 1988) es todo memoria y lenguaje, con poderío de imágenes: “la ciudad es un ruido seco” y de una sencillez abrumadora. En sus versos todo es del dominio de la memoria y del ejercicio del recuerdo, de todo ese material que ahí se almacena surge este poemario, esta celebración poética, tal vez elegía: “A mí me darán ganas de atravesar el cielo,/ y volar y romperlo,/ iniciar otra vez”. Es también una denuncia ante el machismo, desde los primeros versos: “Mi madre me dice que mujeres como yo/ sin traza para labores hogareñas”; y se cierra el poemario con esa sabiduría y comprensión que solo tienen las grandes mujeres poetas: las genias: “A veces la luz se apaga/ y todos los pasajeros somos accidentes”.

¿Los versos o la vida? (Silva) de Vanessa Martí Simonka (1970) es su primer libro publicado donde la aparente falta de oficio no oculta es algo indefinible, captado más por la intuición que por la lógica que vive en quienes buscan la poesía: “Con la vida y sus consecuencias:/ los versos, las nubes y el deseo,/ llenar páginas de palabras silenciosas,/ desnudarse a plena luz”. La poeta está arropada por Jaume Palau, que firma el preámbulo; Ferran Gerhard, que firma la introducción; y el epílogo de Frances Valls-Calçada. ¡Entre amigos anda el verso joven!

Y la conocida poeta Teresa Pascual (Grau de Gandía, 1952) en Rebelión de la sal (La Garúa), edición bilingüe catalán castellano, con traducción e inteligente, justo y necesario prólogo de la poeta Lola Andrés, quien asegura que es: “Una escritura medular que parece sobrevenir de un eco perdido, pero también de una tirante idea de la imagen que mira atentamente, la respiración o su cese”. Una poeta a la medida de sus cosas, para darle luz, voz, a ese sentido oculto de la poesía: “todo el dolor de los días sin luz,/ cada palmo del espacio que no ocupas/ donde tu medida se diluye”. En estos poemas de Pascual se manifiesta lo cercana que está la imbricación entre la inteligencia y el sentimiento. Puro asombro: “arte antiguo del mar/ que iguala los orígenes,/ que unifica destinos”.

Hay que olvidarnos del miedo y leer poesía y leer a estas poetas, por ejemplo y sin ir más lejos. No olviden que esta es una apuesta de lectura como otra: claro que hay más poetas, lo importante es descubrirlas. Visiten las librerías en el lugar donde viven o en el lugar de vacaciones, o en el que quieran, allá donde estén. ¡Buen verano, personas lectoras de poesía!

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