Slow food – Begoña Abad

Mirar arder un tronco en la chimenea.
Mirar el ir y venir de las olas.
Mirar mi vientre y mi pecho respirando.
Mirar moverse el cereal acamado por el viento.
Mirar a un bebé descubriendo sus manos.
Mirar el sol subir montaña arriba o retirarse montaña abajo.
Mirar caer las hojas de los árboles porque es otoño y lo saben.
Mirar zambullirse a los patos en un estanque.
Mirar balancearse a un insecto en apenas un hilo transparente y frágil como la vida.
Mirar tejer a mi madre o mirarla buscando despacio alguna cosa perdida.
Mirar la música que baila alrededor en el silencio.
Mirar dormir y soñar a mi perro.
Mirar hervir la legumbre en la olla de barro que amo.
Mirar mis manos ancianas que acarician ahora sabias.
Mirar a mis nietos crecer imperceptiblemente.
Mirar a lo lejos y ver la misma luz.
Mirar el pasado sin cuentas pendientes.
Mirar el presente sin juzgarlo, eso tan difícil.
Mirar el futuro con absoluta confianza sin pedir nada más que lo que venga.
Mirar al otro y verme yo.
Mirar nacer el agua por debajo de las hojas, apenas un hilillo
y mirarla en busca del mar desde que nace.
Mirar el río, decidido a ese encuentro, despeñarse si es preciso, sin miedo.
Mirar amanecer y atardecer como la misma cosa.
Mirar el reloj deshaciendo el tiempo.
Mirar el pan levantarse por la levadura.
Mirar la simiente brotando leve.
Mirar madurar la fruta en los árboles.
Mirar cómo cambia de color el campo.
Mirar el rocío, la escarcha, la nieve cayendo.
Mirar las cimas desde abajo aun cuando ya no las puedas alcanzar.
Mirar el cuerpo que declina su fuerza en ternura blanda y sosegada.
Mirar a los vulnerables y saberte en ellos.
Mirar sin ver y saber que todo está a tiempo y que el tiempo de Dios es perfecto.

 

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