Isabel Martín, con mil mujeres en las manos
La poeta y arquitecta que canta flamenco lucha por el feminismo y contra el menosprecio del habla andaluza
En la aldea en la que se crio, Punta del Moral, los vecinos los llamaban «la familia de los que leen» porque en las noches de verano los cuatro —sus padres, su hermana y ella, Isabel Martín— se sentaban a la fresca en la puerta, cada uno con un libro. Una escena extraordinaria en esa pedanía de Ayamonte (Huelva), a la que sus padres se mudaron para que las niñas crecieran sobre arena en lugar de asfalto. «Para mí eso era lo normal, pero, por lo visto, no lo era para el resto», dice la poeta y arquitecta que, desde hace seis años, pasea sus versos por festivales y encuentros poéticos nacionales.
La voz de Isabel Martín, onubense de 33 años, no esconde el ceceo propio de la aldea de su familia materna, incluso lo acentúa, pero se le dulcifica cuando, por sorpresa, entona por tangos, guajiras o bulerías algunos versos. Una poeta-cantaora que defiende su habla, una seña de identidad que algunos menosprecian, con el mismo empeño con que enarbola la bandera del feminismo en poemas como Las socias, su reacción a la sentencia de La Manada: «Hemos salido a las calles sabiendo que somos porque ellas fueron / Y que llevamos mil mujeres en las manos acompañándonos y empujando… / que ya no callan, / que-no-ca-llan / y sin callarnos… / Sin más silencios. / Contra sus Manadas… socias de la vida». Y continúa (cantando): “Mira ya no estaba sola. / Que por tener si tenía / que y a mi propia persona». Las socias forma parte del poemario 90.3 de vaciante, el único libro que ha publicado y que salió en 2018 editado por la Asociación Cultural Crecida.
«El amor al flamenco me lo ha pasado mi madre, que canta bien y mucho, igual que mi abuela. Cuando estamos juntas cantamos siempre. Fandangos, colombianas… Llevo unos siete años recitando mis poemas y muchos tienen versos cantados. Siempre me ha gustado defenderlos en público, pero últimamente no paro», asegura Isabel Martín, para quien esta entrevista, la primera, es también motivo de alborozo.
«Escribo desde los ocho años, pero mi primer poema lo hice con 20, cuando estudiaba Arquitectura en Sevilla. Propietando salió del dolor que sentí cuando vi cómo el turismo de masas estaba destruyendo Isla Canela, un lugar virgen en el que yo crecí libre. Siempre escribo sobre mí como sujeto político y colectivo. Me interesa lo que me pasa a mí en un determinado contexto social y cultural. No hablo de desamor desde mi experiencia; sino de cómo es la construcción social del amor romántico y el desamor desde una perspectiva feminista», explica Isabel Martín, que reside en Sevilla, ciudad en la que en 2017 creó la cooperativa Cotidiana junto a otras dos arquitectas: Eva Morales, profesora de Proyectos en la Universidad de Málaga, y Cristina Alba, especialista en bioclimática.
Desde Cotidiana trabaja en varios proyectos que, en cierta medida, son consecuencia lógica de su poesía y su postura ante la vida como mujer del sur. «Estamos diseñando una guía sostenible de soluciones cotidianas para los colegios, Bioclimatiza tu cole, con financiación del Famsi [Fondo Andaluz de Municipios para la Solidaridad Internacional]. Se trata de afrontar los problemas térmicos que se han acentuado con el cambio climático», afirma la arquitecta. Cotidiana también se ocupa, en colaboración con otros estudios españoles, del urbanismo con perspectiva de género. «La construcción de la ciudad no es neutral y responde a un modelo patriarcal donde todo gira en torno a un ciudadano tipo: hombre blanco, con poder adquisitivo, sin impedimentos físicos ni personas a su cargo. Una realidad que necesita cambiar urgentemente», añade, algo que sintetiza en pocas palabras en su poema Camuflados: «Tienes toda la cara de ser un… / plánchame la camisa mujer / que llego tarde a la mani del 8 de marzo«.