La balanza de la ley está trucada;
los muertos con nombres occidentales
pesan más que aquellos arabizados;
eso nos demuestran las élites.
Ni un minuto de silencio,
ni una bandera a media asta,
ni un crespón negro
en la última institución
de la Unión Europea.
Nadie se rasga las vestiduras;
no hay televisivas plañideras
que gasten un minuto
en hablar del genocidio.
Las solemnes palabras
de Reyes y ministros
están ausentes.
Aquellos que disparan
lo hacen en nombre del Imperio;
Europa arrodillada,
lame las botas ensangrentadas
de víctimas palestinas.
Hermanos en el ser;
hombres y mujeres como cada uno
de nosotros y nuestras hijas.
Quisiera ver en los parlamentos,
a los diestros parlamentarios
señalar a diario al rostro del asesino.
Sin embargo, «mis queridos amigos»
aplauden las fábricas de metralla
que aquí fabrican,
las balas que allí quitan
la vida de niños, hombres y mujeres.
Hay una llama en la calle
al lado de la pradera;
los pueblos de la Tierra esperan
los brazos libertarios
que terminen con la guerra
y restituyan a la Humanidad,
la paz y la dignidad.
Palestina es cada obrero de la Tierra,
cada pueblo oprimido que resiste al invasor.
Palestina es ese desierto
del que mana leche y miel de dignidad;
Palestina es la mano que quita
la careta a los bandidos y pone sobre la mesa
los nombres del asesino.
¿Y si ha llegado el momento
de que los pueblos de Europa despierten
y no dejen pasar la guerra global
que nos imponen las élites?
¿y si en Europa quedara
la tierna mirada de la solidaridad?
Hermanos y hermanas palestinas,
en el género humano somos uno,
y me duele en el alma y en el cuerpo
cada uno de vosotros, abatido.
Desde Puerto Bayyana
Marcos G Sedano